La Plaza de la Paja

2016

La Plaza de la Paja ya no es una plaza; es una sala de conciertos y un bar al aire libre sin que el Ayuntamiento y Hosteleros quieran poner remedio.

¿Es una plaza o un aparcamiento?, ¿Es una plaza o un salón privado en el que hacer negocio?, ¿O es acaso es una discoteca o un salón de conciertos?

Una plaza verde que no se puede atravesar por el acoso de las terrazas, por la carga y descarga en zonas prohibidas y por los músicos que impunemente tocan con una amplificación como si estuvieran dando un concierto en un estadio de futbol.

En la esquina de la Plaza de la Paja con Redondilla hay una clara señal de prohibida la circulación a todo tipo de vehículos, excepto los autorizados, que no son otros que los de bomberos ambulancias y policía, y sin embargo cada día entran en la plaza decenas de vehículos que no solo estacionan en mitad de la Plaza sino que se pasean por ella a su antojo.

A las ocho de la mañana comienza el trajín y no cesa en todo el día. Inauguran el aparcamiento los repartidores que sirven a los negocios de hostelería de la zona, no solo de la plaza, sino de las calles aledañas. Y eso que hay estacionamientos para carga y descarga a menos de 50 metros de la plaza. Entran apresurados poniendo en peligro a los paseantes, perros y cualquier ser viviente que ocupe la plaza, porque cuantas veces han menoscabado la integridad de los pocos árboles que allí habitan. Y por si fuera poco que aparquen y circulen en zona prohibida, muchos de ellos dejan los motores encendidos durante su estancia que a veces supera con mucho los veinte minutos. La carga y descarga en la plaza no cesa en todo el día.


Plaza de la Paja: carga y descarga durante todo el día…
… y la noche

Pero no solo infringen la ley los repartidores, muchos vehículos privados toman la plaza como aparcamiento, y es habitual ver una ristra de motos cortando el paso, dejando charcos de grasa y haciendo peligrar la integridad de las personas, porque al estar la plaza en pendiente, más de una vez alguna moto ha caído al suelo. Además, hay ciudadanos, si es que merecen tal nombre, que acuden a tomarse una copita o cenar, y no encontrando aparcamiento legal, deciden aparcar en plena plaza, y tomarse lo que les plazca vigilando su vehículo por si llegase la policía, algo que ocurre en contadas ocasiones.

Los perjuicios de este tráfico en la plaza son incontables:

Ruido, no solo de los motores, sino de las actividades de carga y descarga. Y hay que hacer especial mención al estruendo que arman las motos, que tras estar apagadas necesitan ser calentadas mientras sus dueños acaban las conversaciones pendientes o se ponen el casco con parsimonia, para luego arrancar y abandonar la plaza, Costanilla abajo, haciendo reventar las ventanas.

Contaminación, algo evidente, pero habría que preguntarse ¿por qué, por qué los repartidores dejan los motores encendidos, ¿qué falta de empatía y conciencia les hace tener el motor encendido debajo de los balcones donde vive gente? ¿Por qué el Ayuntamiento considera que las motos que dejan una peste a benceno insoportable, pueden circular a su antojo?

Descomposición de la plaza: cuando frente a un banco dónde se sienta un vecino mayor a descansar y tomar el aire se detiene una furgoneta, ni el banco, ni la plaza, ni el aire cumplen sus funciones. Los ciudadanos acuden a una plaza y se encuentran en medio de un garaje pestilente.

Peligro para las personas: otra vez nos encontramos con el ciudadano que pasea despistado por una plaza o el niño que juega con su perro, cuando un vehículo se interpone en su camino.

¿Es una plaza o un salón privado en el que hacer negocio?

La plaza de la paja apenas supera los 2500 metros cuadrados pero tiene 12 locales de hostelería, cada uno con su correspondiente terraza, que ocupan mucho más de la mitad de la Plaza y casi toda la zona arbolada de la misma. Desde la nueve de la mañana hasta la una de la noche en verano y parte de primavera y otoño, y hasta la once y media durante el resto del año, la plaza está dedicada por entero a la hostelería. Y decimos por entero, porque para el paseo solo queda el desértico terraplén de en medio.

La plaza de la Paja: un bar al aire libre

Para disfrutar de la Plaza los ciudadanos han de pagar el peaje de una copa o lo que se tercie, porque los bancos, inclinados e incómodos, son muy pocos, muchos de ellos sin una mala sombra que los proteja, y además en ellos te arriesgas a que te pongan una furgoneta delante que te haga chupar el humo de su tubo de escape.

En estas condiciones aquellos que viven en los edificios que conforman la plaza, tienen una vida con una calidad muy inferior a los demás vecinos de Madrid, resulta imposible conciliar la desesperada necesidad de Madrid de vivir de la hostelería, a falta de imaginar otros medios, y la vida de la gente.

Sí, la hostelería de la Plaza produce beneficios: para el hostelero, para sus trabajadores y para todos esos ciudadanos que tras tomarse una copita se van a dormir a calles tranquilas o a hoteles insonorizados. Y también para las arcas municipales.

Pero produce graves perjuicios: para los que habitan los edificios de Plaza que están sometidos al ruido insoportable que produce la aglomeración de gente en las terrazas, que hace imposible conciliar el sueño o hacer una vida normal sin tener que encerrarse a cal y canto dentro de las casas.

¿O es acaso una discoteca o un salón de conciertos?

Antes de la pandemia, muchos locales de la plaza, solicitaban a sus clientes con carteles, que no colaboraran con los músicos callejeros para no agravar el problema de ruido de la Plaza. Pero tras la pandemia y esa histeria colectiva por celebrar no se sabe qué, desde todas partes se aviva a los músicos, para que actúen a su antojo y en contra de la ley.

La plaza de la Paja: una sala de conciertos

Esta plaza fue ejemplo de acuerdos entre vecinos y hosteleros en la que se llegó a un acuerdo de máximos con un número de mesas por local y un horario reducido. Este acuerdo saltó por los aires cuando fueron llegando distintos concejales. Las peticiones de los hosteleros empezaron por aumentar 1 hora el horario nocturno para “acabar las cenas” se les concedió y ahora ya dan hasta “las copas”. El número de mesas estaba limitado al número de locales existentes en el momento con el fin de poder seguir viviendo en la Plaza. Actualmente hay el doble de mesas que hubo en el momento de los acuerdos entre Junta de Distrito, hosteleros y vecinos. ¿Dónde queda esa convivencia que tanto pregonan los hosteleros?

No se trata de demonizar a los músicos, se trata de que hace dos años, vecinos y músicos consensuaron una ordenanza que contemplaba los derechos de todos, y que se prohibió el uso de amplificadores, para preservar los derechos de los vecinos, y no hay razón alguna para que ahora se de libertad para conculcar la ley y atentar contra los vecinos.

Todos los días a media tarde hay concierto con inmensos amplificadores, cajones negros y grandes, que la policía parece no saber qué son.

Resulta sangrante que se castigue la Plaza de la Paja del modo que se hace: desde la ocho de la mañana la carga y descarga, luego se suman las terrazas y a media tarde se añaden los músicos, en grupos y con amplificadores.

Sería muy fácil cortar esta costumbre que se está imponiendo, bastaría que una sola vez la policía incautase los amplificadores para que los músicos incumplidores respetaran la ley.

Lo que no es: un espacio verde, en el que el barrio pueda relacionarse y vivir al aire libre, algo que ha sido consustancial a Madrid, mucho más que lo es la hostelería.

Es sorprendente que la plaza dependa de parques y jardines. Porque en esta plaza, conformada por edificios de viviendas, un instituto que carece patio, y una de las capillas más antigua de Madrid que visitan cientos de turistas, solo tiene 29 árboles que además sirven principalmente como parasoles para las terrazas. El resto del espacio es un erial, sin un arbusto, ni una flor, ni una fuente y ello pese a la imperiosa necesidad de verde de Madrid y en concreto del Centro, pese a las ineludibles necesidades medioambientales de la ciudad y de los vecinos de la plaza.

La plaza de la Paja ahora no es una plaza es un aparcamiento, un garaje pestilente, un espacio para hacer negocio, un maremoto de ruido y contaminación, con vecinos desesperados que no duermen y se ahogan de ansiedad y al Ayuntamiento parece no importarle. Es hora de que escuche y adopte soluciones.