Gentrificación y turistificación en el Distrito Centro de Madrid

Estamos despidiendo un año y dando la bienvenida a otro nuevo. Esperamos que no sea el último año que lxs vecinxs podamos contarlo.

El Distrito Centro de Madrid lleva soportando desde hace muchos años un proceso de gentrificación y turistificación constante. Un proceso que ni es natural ni un accidente, sino una estrategia intencionada y planificada. Consecuencia de políticas en las que intervienen instituciones públicas, empresas privadas, medios de comunicación y miembros de la sociedad civil, que impulsan lobbies que escapan al control y a la legitimidad democrática formal.

Dos fenómenos que se han extendido globalmente en muchas partes del mundo, pero que se desarrollan de formas diferentes en función del contexto local y de los que el Centro de Madrid no se ha librado.

Dos fenómenos que, al mismo tiempo que se retroalimentan y solapan, en todo el distrito Centro están causando profundos cambios en el paisaje urbano de los barrios y graves perjuicios en la salud y calidad de vida de sus residentes, su sistema de relaciones sociales, sus valores culturales e identitarios, su cohesión social, su bienestar medioambiental, su morfología, su patrimonio y su estructura económica y comercial.

Todo ello nos remite a un contexto no solo socioeconómico sino también político y civilizatorio. En el Foro Universal de las Culturas (Barcelona 2004) se acordó una declaración universal de los derechos humanos emergentes. Entre ellos, el del Derecho a la Ciudad. O lo que es lo mismo, el derecho del vecindario, de quienes residimos, a conocer y participar activamente del proceso de desarrollo de nuestras comunidades. Sin embargo, no es este el caso del Distrito Centro. No es casualidad.

Esta situación ha conducido a nuestros barrios a un punto de colapso. Ya no es suficiente denunciar qué se hace mal, sino también denunciar que este sistema ha roto los mecanismos de permanencia como barrio.

El 14 de abril de 2019 se han cumplido diez años desde que la Asociación de Vecinos Cavas-La Latina se constituyó. El diagnóstico del barrio desde 2007 al 2009 fue el detonador de la alarma que puso las bases para organizarnos y proponer medidas al Ayuntamiento sobre la terciarización del barrio, sobre la perdida de comercio tradicional y aún hoy los partidos siguen diciendo que el Centro necesita protección, pero hacen todo lo contrario.

Hemos reivindicado la defensa de los barrios frente a la terciarización y la mercantilización. Hemos denunciado la ausencia de control sobre la actividad hostelera incumplidora en materia medio ambiental; la invasión del turismo y el ocio; la intrusión en nuestra intimidad; los problemas de salud derivados del ruido y la falta de descanso, la carencia de equipamientos y, en general, la privatización de espacio público y sobreexplotación mercantil, así como la pérdida de nuestra identidad.

Durante estos años hemos solicitado en reuniones, comisiones, alegaciones a ordenanzas, prensa y plenos del ayuntamiento un giro radical en la posición del Gobierno municipal con el fin de que se realicen cambios normativos que garanticen poder vivir en el Centro, nuestra permanencia y, en definitiva, nuestro futuro. Así como participar activamente del proceso de desarrollo de nuestra comunidad.

En 2019, acaba de comenzar una nueva legislatura sin que se haya hecho frente a los principales problemas del Distrito con el barrio más antiguo de Madrid -el barrio de Palacio- donde está enclavada La Latina. La gentrificación y la turistificación caminan de la mano, imparables.

Sabemos que en teoría existe un marco regulador, legislativo y local que establece unas reglas de juego. Sin embargo, la política pública del Ayuntamiento de Madrid respecto a nuestro Distrito ha sido de pasividad o tolerancia si no de impulso respecto a la sobreexplotación del espacio público. Hace tiempo que hizo aguas ese marco teórico. La institución municipal es hoy un agente activo y relevante de ese proceso.

Los recursos y presiones en favor de la explotación comercial de la propiedad, la promoción inmobiliaria, los fondos de inversión, las franquicias, etc. han doblegado, frecuentemente, al “árbitro y defensor” del interés general. A través de la especulación y la presión, movilizan importantes capitales, en muchos casos forzando o ignorando la ley. Y promueven políticas urbanas, económicas y territoriales no sostenibles ni equitativas, contrarias a la necesaria cohesión social, a la identidad histórica y cultural, al cuidado del patrimonio, pero generadoras de importantes plusvalías y beneficios privados (el último caso fue la pasada semana el Palacio Duque del Infantado de la Calle Don Pedro, que pasa a sede de eventos en vez de centro educativo).

Y para rematar vemos cómo la rápida implantación de las plataformas de alquiler por Internet, sin que las administraciones hayan tomado medidas de protección al residente, “consumidor” de vivienda en alquiler o compra, ha provocado su indefensión y, al final, su expulsión y sustitución por el inversor particular o empresas y fondos de inversión.

Es más que evidente que se ha establecido algo así como una estrategia global para la ciudad, ésta se pone al servicio de la economía y eso que llaman mercados, y no al servicio de las personas.

La realidad del Distrito Centro habla por sí sola:

-Pérdida para lxs vecinxs de plazas de aparcamiento sin  que se hayan creado plazas bajo superficie.

-Invasión y privatización de hecho del espacio público. Banalización del paisaje histórico.

-Falta de equipamientos específicos para desarrollar proyectos estratégicos para sus residentes.

-Inacción municipal, falta de eficacia en el control y cumplimiento de las ordenanzas, de inspecciones y dejación de funciones.

-Retrasos en la recuperación del único polideportivo público del que disponíamos.

El Distrito Centro transita en un viaje que parece sin retorno. Va camino de consolidarse definitivamente como parque temático. Por ejemplo, La Latina, de donde salieron Zarzuela que dieron la identidad del Madrid Castizo, ya no será un barrio, sino una mera atracción turística. ¡Viva la ciudad de vacaciones! Soportamos lo que Lisa Vollmer llama “el nuevo colonialismo urbano”.

Seguramente no faltará quien esté interesado en este aspecto para iniciar una aventura inmobiliaria que le reporte beneficios y presentarse como regeneradores de los barrios que un día destruyeron. Al tiempo.

Las asociaciones vecinales no estábamos preparadas para este “enemigo global” y las voces que levantamos hace 10 años contra el oleaje no han sido suficientes para parar este tsunami. La opinión pública también ha tardado demasiado tiempo en asimilar la envergadura del problema y se ha perdido mucho tiempo, tiempo precioso antes de actuar.

La frase “ESTAMOS VENDIDOS” hoy es más cierta que nunca y nuestro grito de SOS VECINOS EN PELIGRO DE EXTINCIÓN tiene que ser oído y entendido urgentemente por los políticos, si es que queda aún alguno que no esté también vendido a esta estrategia destructora.

Para el 2020 nos espera una lucha que pasará por:

– Ver si el nuevo equipo municipal, y el concejal de Centro al frente, aplica o modifica la reciente ZPAE a favor de la hostelería y en contra de la salud de lxs vecinxs que ya soportamos un ruido que supera los niveles admisibles.

– Ver si Madrid Central, que es una de nuestras solicitudes desde hace lustros sobre la movilidad, se mantiene o lo tumban dejándonos más vendidos que estábamos con las APRs.

– Las Viviendas de Uso Turístico son un cáncer que el anterior equipo municipal no supo parar y el actual un día hace el discurso de cerrarlas y al siguiente día quiere legalizarlas.

– Las barras de degustación (bares encubiertos) siguen campando por todo el Distrito sin que se cierre ninguna.

– El cierre de las puertas de los locales, el cierre de las terrazas a sus horas, que los locales no tengan música cuando estén puestas las terrazas, el retranqueo de los locales, etc, son cuestiones que están reguladas en las ordenanzas sin que nadie quiera hacerlas cumplir, de modo que vivir encima de un local de hostelería llega a ser un infierno.

Nos queda el repliegue y evaporarnos sin dar guerra a los turistas que nos han invadido, y que así podrán disfrutar de un escenario de cartón piedra. O eso piensan.